Nuestra entrada de hoy viene acompañada del Testimonio de una docente de altas capacidades intelectuales, Thais Gamaza.  

Me llamo Thais y soy docente del Programa Talentum. A los treinta y tres años comprendí que no venía de Marte.

La luz pasa a través de mis párpados. Trato de no abrirlos para seguir imaginando un poco más. Mamá entra en la habitación, es hora de levantarse. Una golondrina revolotea por mi ventana. Las hojas secas de los árboles chocan en melodía y el olor de las tostadas me activa. Me gusta la rutina, siempre es previsible, pero evita momentos incómodos. Papá me ayuda a vestirme, se queja de que todavía no lo haga sola. Yo, sé que los demás niños y niñas de mi clase tampoco lo consiguen. Una vez decidí darles la sorpresa. Me desperté temprano, elegí la ropa y estuve un buen rato tratando de ponérmela. Cuando salí al salón todos se rieron de lo mal que lo había hecho. Con lo lista que eres para algunas cosas-dijeron-pero yo sé que los demás niños de cinco años tampoco lo hacen.   He desayunado y me ha sobrado tiempo para buscar tres tipos diferentes de nubes. Mi hermana me ha ayudado a aprender sus nombres. Mamá dice que siempre estoy allí, en las nubes, así que pensé que mejor conocer bien ese sitio donde se supone que vivo. Ella se enfada y piensa que la estoy retando. Yo, solo quiero aprender el nombre de los diferentes tipos que existen.  

No me apetece ir a clase. Hay mucho ruido y parece que solo a mí me molesta. Estamos trabajando las consonantes, aunque yo ya sé leer.

La verdad es que me aburro un poco, pero, en esos momentos, me voy a mi otra casa en mi imaginación y vivo cosas más divertidas. Cuando la maestra me habla y no me doy cuenta, se enfada, dice que debo estar más atenta, que ser tan inteligente no significa que no tenga que trabajar, que soy una vaga y que voy para atrás como los cangrejos. Yo, le contesté una vez que los cangrejos andan hacia los lados. Solo quería que lo supiera, pero, me castigaron sin recreo.

No me importa no tener recreo, prefiero dibujar o inventarme un cuento, pero cuando la seño me riñe me pongo triste y sus palabras suenan en mi cabeza durante varios días. Intento pensar en otras cosas, pero, no deja de aparecer en mi mente. Me duele el corazón, y sigo triste.

Me gustaría ser un poco como el resto de los niños, no sé cómo se hace y tampoco sé porqué soy diferente, pero lo soy. Tengo la teoría de que quizás sea una enviada extraterrestre que viene a cumplir alguna misión, pero no la recuerdo. Otras veces pienso que hay algo que no funciona del todo bien en mí. He aprendido que, si imito a los chicos y las chicas de mi clase, me parezco más a ellos. Y, aunque en esos momentos soy un poquito menos yo, a los demás les gusto más. Por eso, voy a dedicar los próximos años a intentar averiguar qué y cómo debo ser.  

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Con este breve relato abierto, pretendo que, por unos minutos, podáis sentir como los niños y niñas con altas capacidades intelectuales. Es de vital importancia su detección, que sepan quienes son para que puedan aceptarse y trabajar en el desarrollo de sus capacidades. y aquí concluye el testimonio de Thais, una docente de altas capacidades intelectuales  

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